En esta novela de Brussig, resulta más que interesante el análisis comparativo con su versión cinematográfica (Sonnenalle, 1999), básicamente, por dos razones: la primera, quizá la de más relevancia, es que el mismo Brussig escribió el guión; y la segunda, estaría dada en los significativos cambios que se provocan.
En la novela existen tres tópicos que podrían leerse como factores constructivos: la carta de amor que al parecer Miriam le envía a Micha, y que nunca llega a leerse; las clases en la academia de baile, en las que Micha despliega una estrategia para quedarse con Miriam; y, el plan de comprar Alemania del Este, que traman Mario y la existencialista sartreana basados en un cálculo erróneo de los kilómetros cuadrados a comprar. Estos tres ejes, la carta no leída, las clases de baile, y, el elaborado plan de compra de la tierra funcionan a lo largo de toda la novela como tópicos estructuradores, se los recupera constantemente y las anécdotas giran en torno a ellos.
La carta que Micha quiere leer y que ha caído en “la franja de la muerte” también intriga al lector y lo mantiene en vilo hasta el momento en que se prende fuego (página 128); y no sólo origina la anécdota de la aspiradora y el incidente con “el Pelos”, sino que, también aparece en el primer capítulo como motivo inicial (página 14), y en el capítulo que la recibe (página 65).
Las clases de baile en la academia tienen su origen en el fracasado primer baile en el que Miriam besa al occidental, lo que luego llevará al castigo-debate en el que le promete un beso “comparativo” a Micha. La estrategia de Micha que apunta a bailar con Miriam en el baile de fin de curso cuando sus movimientos se hubiesen perfeccionado, no sólo no lo habilita al beso pendiente sino que termina bailando con “uno de los dos mariposones danzarines” (ayudante de la instructora).
La compra de las tierras surge como idea luego de que Mario es expulsado del colegio y de su casa, y se va a vivir con la existencialista sartreana, como resistencia a la opresión que el régimen les imponía a sus libertades. En medio del equívoco del tren, donde Mario es apresado por un supuesto intento de fuga, es que cae en la cuenta del error, o mejor dicho, en el error de la cuenta: no hay tantos habitantes en la RDA como para comprar tanta tierra.
El uso del modalizador está bastante acertado -el antes dicho “podrían leerse como factores constructivos”-, ya que, si bien en la historia narrada en la novela funcionan como tópicos-ejes, en la historia narrada en la película no aparecen. No hay ningún tipo de alusión a los mismos en toda el film. ¿Cuál podría ser el motivo que lleva a Brussig a descartar en el guión del film estas ideas que funcionan de modo estructurante en la novela? ¿Por qué se agregan escenas que en la novela no existen, como la escena de sexo entre Micha y Miriam?
La respuesta puede rastrearse en lo que sí queda de la novela en la película, la experincia del muro, de la Alemania dividida, los aspectos positivos y negativos de un régimen que facilitaba igualdad de condiciones a todos sus habitantes pero que exigía a cambio un precio bastante alto: la libertad de pensamiento y, por ende, de producción artística en todas sus variedades. Brussig no es el único intelectual que ha vivido en la RDA y sobrevivió para contarlo, sin embargo, es el toque irónico y de comedia lo que le permite pensar en una misma novela ventajas y desventajas de un pasado que ya no puede modificarse.
En la novela existen tres tópicos que podrían leerse como factores constructivos: la carta de amor que al parecer Miriam le envía a Micha, y que nunca llega a leerse; las clases en la academia de baile, en las que Micha despliega una estrategia para quedarse con Miriam; y, el plan de comprar Alemania del Este, que traman Mario y la existencialista sartreana basados en un cálculo erróneo de los kilómetros cuadrados a comprar. Estos tres ejes, la carta no leída, las clases de baile, y, el elaborado plan de compra de la tierra funcionan a lo largo de toda la novela como tópicos estructuradores, se los recupera constantemente y las anécdotas giran en torno a ellos.
La carta que Micha quiere leer y que ha caído en “la franja de la muerte” también intriga al lector y lo mantiene en vilo hasta el momento en que se prende fuego (página 128); y no sólo origina la anécdota de la aspiradora y el incidente con “el Pelos”, sino que, también aparece en el primer capítulo como motivo inicial (página 14), y en el capítulo que la recibe (página 65).
Las clases de baile en la academia tienen su origen en el fracasado primer baile en el que Miriam besa al occidental, lo que luego llevará al castigo-debate en el que le promete un beso “comparativo” a Micha. La estrategia de Micha que apunta a bailar con Miriam en el baile de fin de curso cuando sus movimientos se hubiesen perfeccionado, no sólo no lo habilita al beso pendiente sino que termina bailando con “uno de los dos mariposones danzarines” (ayudante de la instructora).
La compra de las tierras surge como idea luego de que Mario es expulsado del colegio y de su casa, y se va a vivir con la existencialista sartreana, como resistencia a la opresión que el régimen les imponía a sus libertades. En medio del equívoco del tren, donde Mario es apresado por un supuesto intento de fuga, es que cae en la cuenta del error, o mejor dicho, en el error de la cuenta: no hay tantos habitantes en la RDA como para comprar tanta tierra.
El uso del modalizador está bastante acertado -el antes dicho “podrían leerse como factores constructivos”-, ya que, si bien en la historia narrada en la novela funcionan como tópicos-ejes, en la historia narrada en la película no aparecen. No hay ningún tipo de alusión a los mismos en toda el film. ¿Cuál podría ser el motivo que lleva a Brussig a descartar en el guión del film estas ideas que funcionan de modo estructurante en la novela? ¿Por qué se agregan escenas que en la novela no existen, como la escena de sexo entre Micha y Miriam?
La respuesta puede rastrearse en lo que sí queda de la novela en la película, la experincia del muro, de la Alemania dividida, los aspectos positivos y negativos de un régimen que facilitaba igualdad de condiciones a todos sus habitantes pero que exigía a cambio un precio bastante alto: la libertad de pensamiento y, por ende, de producción artística en todas sus variedades. Brussig no es el único intelectual que ha vivido en la RDA y sobrevivió para contarlo, sin embargo, es el toque irónico y de comedia lo que le permite pensar en una misma novela ventajas y desventajas de un pasado que ya no puede modificarse.
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