Dieser Artikel beschäftigt sich mit der Verbindung zwischen Literatur und Politik in Thomas Hettches Werk. Eine "Hettche‘sche Formel" wird hier gezeichnet, außerdem wird die Funktionsweise dieser Kategorie durch die Lektüre der Romane Nox und Der Fall Arbogast beschrieben. Das Morbo, die makaberen Elemente und die Mehrdeutigkeit als diskursive Strategie geben der politischen Allegorie der Korruption ihre Form.
Este artículo se ocupa de las relaciones entre literatura y política en la obra de Thomas Hettche. Una “fórmula Hettche” es aquí delineada y también se describe el funcionamiento de esta categoría a través de la lectura de las novelas Nox y El caso Arbogast. El morbo, los elementos macabros y la ambigüedad, como estrategia discursiva, le dan forma a la alegoría política de la corrupción.
La fórmula Hettche: el morbo y lo macabro como técnica escritural. Apuntes sobre Nox (1996) y El caso Arbogast (2002).
“...el cuerpo humano reproduce en pequeña escala
los poderes y los peligros que se atribuyen a la estructura social.”
Mary Douglas
La estética hettcheana propone una estructura de novela en donde la trama se basa en cierta alternancia entre el morbo y lo macabro, lo que presenta una “fórmula” que tanto en Nox (1996) como en El caso Arbogast (2002), aparece como técnica escrituraria mediante la cual se ponen de manifiesto los vínculos trazados entre literatura y política.
Antes de abordar ésta técnica desde las particularidades que presenta en cada una de las novelas analizadas, intentaremos describir las características de lo que denominamos “fórmula Hettche”, describiendo sus elementos constituyentes:
Lo macabro. Hettche construye lo inenarrable desde lo macabro; es la forma de lo macabro lo que sostiene la imposibilidad del relato, su inenarrabilidad. Todo aquello relacionado con cadáveres o despojos materiales de la muerte configuran el espacio de lo indecible; de ésta forma se materializa la pugna metafísica entre el ser y el no ser. La muerte es aquello que no puede ser dicho, porque no forma parte del ser. El espacio de lo macabro, lejos de crear un ambiente terrorífico, se regodea en la visión forense: la descripción minuciosa, el detalle fisiológico, la descomposición orgánica (por otro lado, acorde con el boom de las series televisivas que actualmente tienen pantalla en todos los canales, y que se detienen en el mismo aspecto: Crossing Jordan, CSI, The Agency, por nombrar algunas).
El elemento gore. La escena sangrienta que define por excelencia a la estética gore, funciona en Hettche de manera subsidiaria dentro de lo macabro.
El morbo. Todas las formas de sexo que plantea la narrativa hettcheana no provocan placer, sino que devienen en cierta automatización del roce de los cuerpos. Sólo el dolor es capaz de marcar cierta diferencia, de provocar un estremecimiento, de sentir algo en la dura piel del cuerpo curtido por dolores y desgastes antiguos. Por esto el sadomasoquismo es la forma elegida.
La política. La particular escritura de Hettche, su estilo, sus temas y su forma de vincularse con la realidad, con el referente, hacen de sus novelas una forma de “arte comprometido”, o, para decirlo en otras palabras, una estética con una fuerte postura crítica frente al ambiente político y social. Muy lejos de ser una forma de arte panfletario, o de militancia partidaria, Hettche deconstruye la realidad política que toma como referente, ya sea la caída del muro (Nox) como el sistema jurídico de la década del sesenta (El caso Arbogast).
Ahora bien, ¿cómo es el funcionamiento particular de la fórmula Hettche en cada novela?
El ejemplo más claro de que estamos ante una expresión del género gore -que tomamos prestado del ámbito cinematográfico-, es el principio de Nox (1996), en donde el protagonismo lo tienen los chorros de sangre saltando del cuello del muerto mientras su cabeza rebota contra la rodilla y salen nuevamente disparados más chorros de sangre. No sólo es un narrador testigo y muerto que se descompone en una “desagradable” primera persona, sino que, ese mismo narrador refiere otros accidentes y muertes que ocurren en varios sitios de Berlín (la ciclista que muere con sus órganos internos aplastados bajo el camión, el turco que acuchilla a su mujer en un arrebato, etc.).
Cada descripción exhaustiva de los detalles fisiológicos de la descomposición del cuerpo, incluyendo la agonía, está expresada en un narrador en primera persona que desconcierta cualquier horizonte de expectativas del lector de ficción. El “principio de cooperatividad hiperprotegido” encuentra problemas para sostener la cooperación autor-lector (Culler, 1993) cuando en la tercera página de la novela el narrador afirma: “yo ya había muerto”.
Lo macabro funciona en Nox haciendo juego con una estética surrealista, lo que acarrea la ruptura del verosímil realista y da forma a la alegoría política de la corrupción. El cuerpo mutilado, la retícula, la grieta, son formas de la “marca” / la “cicatriz” que funcionan como versión alegórica de la marca que el muro hace en el “rostro” / “cuerpo” de Alemania. Cuando en la novela se describe la destrucción del muro, Hettche conjuga magistralmente los tres tópicos: el muro, lo macabro, y el aspecto socio-político de la unificación de las dos Alemanias (Nox: 100) que forzó el cruce de dos cultura casi antitéticas. En un país cargado por un pasado políticamente culposo, con la cicatriz del nazismo en su rostro, Hettche da “otra vuelta de tuerca” a las reflexiones sobre la caída del muro, en la impecable metáfora de la cicatriz como un hervidero de gusanos, como una herida podrida que, mal cerrada, amenaza con reventar en cualquier momento.
En El caso Arbogast (2002) la visión forense se acentúa: la autopsia, los diferentes médicos forenses, los peritos, las técnicas de observación del detalle del cuerpo “pululan” en un despliegue pseudo-científico de miradas develadoras de secretos. Secretos que guarda el cuerpo (como el aborto de Marie), parecen quedar a la luz bajo la mirada descuartizadora del forense. Sin embargo algo que no narra el cuerpo de Marie es visto en la mente de Hans: lo que ve el primer jurado que lo condena, lo que ven Maul y Karges, lo que ve Katja confundida y decepcionada por haber confiado en lo que su visión forense le había mostrado. Cada instante de la estructura narrativa repite ese juego de aceptación y decepción, de confusión y ambivalencia: ni bien creemos estar seguros -como lectores- de condenar el sistema jurídico que mandó a Hans Arbogast a purgar una pena que no merecía, el narrador se encarga de desestabilizarnos y mostrarnos con una ambigüedad magistral, las muchas caras de un mismo objeto. ¿Es culpable o inocente...? Es una pregunta que puede aplicarse tanto a Arbogast -¿...de matar a Marie Gurth?-, como al sistema penal que lo condena -¿...de tener a un inocente preso?-. ¿Qué cosa ve en Arbogast el primer jurado? ¿Qué fuerza contenida, qué odio, qué guerra explotaban en Arbogast? ¿Qué cosa ve Katja cuando le arranca con asco la peluca de las manos? ¿Es asco a la propia pulsión de muerte? ¿Es asco al hombre que le permite mostrársela? Todas estas preguntas tienen al menos dos respuestas. Aquí yace la destreza del narrador, en el manejo de la ambigüedad como estrategia discursiva.
Los ejemplos del morbo en Nox, se alternan con lo macabro en un equilibrio interesante. Todos los episodios de placer morboso está focalizados en la figura de la protagonista femenina -que funciona como contrapeso de la figura masculina del narrador macabro-, y en los personajes cuyo rasgo principal es la decadencia (Lara-David, Wibke-Christian, Heiko-Heike- el senador, el profesor Matern, los intelectuales occidentales del barco, etc.). La idea que Hettche explicita en la metáfora de la lanza, el veneno y la herida, queda impecablemente redondeada en una sola frase “La herida sólo se cierra en contacto con la lanza que la produjo” (Nox: 135). En Nox, el morbo es sinónimo de la decadencia y fruto del automatismo, es incluso, un rasgo de la deshumanización.
En El caso Arbogast, los rasgos macabro-morbo se suavizan en cada personaje hasta quedar marcados como una simple línea, una veta en el conjunto de diagramación de cada personaje. Este proceso de distanciamiento del arquetipo, propone personajes bastante más complejos y, por ende, más verosímiles. Los pensamientos de Sarrazin, la seducción de Katja, aquello que arrastra a Marie a la muerte, son todas líneas delgadas, efímeros momentos. Sin embrago, esa fugacidad no los obnubila. Los sujetos reales a los que Hettche quiere imitar, con los que trabaja para lograr desentrañar su pregunta predilecta -¿“qué pasó realmente entre dos amantes en este instante de gran intimidad” (Hettche, 2002 b)?-, requieren de un alto grado de complejidad y sutileza.
Los vínculos trazados entre literatura y política en El caso Arbogast, se ponen de manifiesto a través de ésta “fórmula Hettche”, que se direcciona al compromiso político de los intelectuales, lugar que ocupa en la novela el alter ego de Hettche, Fritz Sarrazin. Estos intelectuales son los que promoverán los cambios que permitirán la actualización, en este caso, la reconstrucción jurídica de un Estado obsoleto. Las leyes entendidas como el instrumento que beneficia al hombre no pueden volverse contra el hombre mismo, ésta parece ser la gran preocupación de Thomas Hettche cuando leemos las citas del Código Penal. Pero cuando utiliza la ambigüedad como estrategia discursiva, el autor está cuestionando ésta idea iluminista y, más aún, está cuestionando la utilidad de un sistema jurídico-legal para juzgar momentos que parecen ser tan herméticos: como lo denomina en su entrevista, “el momento íntimo del amor”.
Bibliografía
Culler, Jonathan (1989) La literaturidad, en Angenot, M., Bessière, J., Fokkema, D. y Kushner, E. Teoría Literaria. México: Siglo XXI. 1993
Hettche, Thomas (1996) Nox. Tusquets Editores, Barcelona.
Hettche, Thomas (2002a) El caso Arbogast. Tusquets Editores, Barcelona.
Hettche, Thomas (2002b) ENTREVISTA: LAS LETRAS ALEMANAS HOY THOMAS HETTCHE - 'La literatura nunca puede ser realista' C. D. 09/11/2002 - http://www.elpais.com/articulo/semana/literatura/puede/ser/realista/elpepuculbab/20021109elpbabese_2/Tes
Moliner, María (2008) Diccionario de uso del español. Gredos, Madrid.
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