(sobre Roog)
Antes de entrar de lleno en la estructura del texto, me parece importante recuperar dos nociones acuñadas por el formalismo ruso que agregan un plus a la lectura del este primer cuento de Philip K. Dick.
Antes de entrar de lleno en la estructura del texto, me parece importante recuperar dos nociones acuñadas por el formalismo ruso que agregan un plus a la lectura del este primer cuento de Philip K. Dick.
La primera noción es la que
Víktor Sklowsky denomina como extrañamiento, y que se
entiende como el procedimiento por el cual la literatura provoca una
desautomatización de la percepción del objeto referido. De
esta manera, la literatura crea un nuevo objeto en el juego con la
percepción del mismo. Parafraseando a Sklowsky, la literaturidad
-especificidad del texto literario- consiste en detener la mirada
en la piedra hasta que deje de ser piedra.
Johnathan Culler en su
artículo La literaturidad1
hace referencia al “Principio de Cooperación” que subyace en
cualquier evento comunicativo, y manifiesta que, en el caso de la
literatura, ese principio está “hiper-protegido”. Esto es, si en
un evento comunicativo hablante y oyente se predisponen a orientar de
manera casi forzada las inferencias factibles para realizar un
posible entendimiento, tanto más ocurre entre autor y lector en los
textos literarios. El principio de cooperación está
hiper-protegido, o, en otras palabras, el lector “le cree” al
autor el mundo que se construye en el texto. Esto, según Culler,
también forma parte de la literaturidad.
En Roog, se juega
asombrosamente con estas dos ideas. Dick sabe qué tipo de lectorado
consume las revistas pulp de ciencia-ficción y, por ende,
conoce el horizonte de expectativas de sus receptores. Así, otorga a
sus lectores lo que esperan. En primer lugar aparece la descripción
de la criatura extraña que a pesar de tener la descripción de un un
hombre blanco y flaco que atraviesa corriendo el patio, se asume como
ser extraterrestre por el sólo hecho de un cambio en la
nominalización. Para el perro Boris es un Roog; y como el
narrador focaliza en el personaje del perro, para el lector también
es un Roog.
En un segundo momento del
relato aparecen el Sr. y la Sra. Cardossi -los dueños de Boris- que
con actitud de descreimiento intentan calmarlo. Si hiciésemos una
morfología del cuento de ciencia ficción (al estilo de la que
Vladimir Propp pensó para el cuento tradicional ruso), sería muy
fácil identificar este tipo de personajes en un rol preciso: los
escépticos. Rol necesario para enfatizar, por un lado, la
desesperación del personaje principal que “ve” aquello que los
escépticos “no ven”, y, por otro lado, la angustiosa soledad del
personaje que debe luchar contra “los otros” (extraterrestres,
robots, etc.) y contra “los suyos” (aquellos de su misma especie,
bando, planeta, tiempo, etc.) que no le creen.
Luego aparecen los dos Roogs
sentados en la cerca e interpelan a Boris. Aquí hay otro indicio que
orienta y desorienta a la vez, es la mirada detenida en la piedra
que hace que no parezca una piedra: el olor enfermizo y hediondo
de los Roogs. (¿Quién sabe cómo huelen los seres
extraterrestres?)
Por fin, la Sra. Cardossi
pone en palabras lo que le pasa a Boris: “se ha vuelto loco, en
especial los viernes a la mañana, cuando vienen los basureros”.
Con esta explicación el cuento podría acabar perfectamente, sin
embargo, Dick introduce nuevas distorsiones en la mirada de Boris:
“...los Roogs
destrozaron las bolsas de papel. Eligieron las mondaduras de naranja,
los trozos de pan tostado y las cáscaras de los huevos.
Uno de los
Roogs se metió una cáscara de huevo en la boca y la destrozó con
un crujido.”
El lector coopera, porque
las inferencias en la literatura -y más en éste género- están
“hiper-protegidas” y Dick juega con este efecto hasta la última
frase del texto: “Todos los Roogs rieron. Ascendieron el sendero
transportando las ofrendas en la manta sucia que se hundía por el
centro.”
El foco del narrador en el
perro -con su percepción que extraña al objeto mirado-, y la
confianza del lector en el género, hacen que surta el efecto y que
haya literatura.
Según Dick2,
la ciencia ficción debe producir “un shock en la mente del lector,
el shock del no reconocimiento. (...) La mejor ciencia ficción en
última instancia es la que alienta la colaboración entre el autor y
el lector en la cual ambos crean y se divierten haciéndolo: el
placer es el ingrediente esencial y último de la ciencia ficción,
el placer de descubrir la novedad.” Roog nos sorprende y nos
hace descubrir la novedad en el mismo sentido en el que
Sklowsky había pensado la literaturidad, mirando la piedra
hasta que deja de serlo.
1Publicado
en: - Angenot, M. y otros. Teoría literaria, México, Siglo
XXI, 1993.
2Apunte
de clases: ¿Qué es la ciencia ficción? Definiciones. Prof.
Gabriel Matelo
Comentarios